Durante una conversación con Raúl Castro y en presencia del canciller Bruno Rodríguez, cuando todavía existía un diálogo sobre los presos, la cuestión social cubana o el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, el cardenal Jaime Ortega escuchó a Raúl Castro decir al canciller: “Eso es para cuando tu seas presidente.”
Con el tiempo supimos que había hecho la misma “revelación” ante algún presidente latinoamericano de visita en Cuba. Tal vez ante otros más. Solo Raúl Castro sabe si lo decía en serio y cambió después su criterio, o si quería pasar un mensaje confuso a sus interlocutores y al propio canciller. Lo cierto es que, entre los altos funcionarios fieles “a Fidel, a Raúl y al Partido” (por ese orden se expresa la jerarquía del poder en Cuba), el escogido tenía que ser alguien incapaz de mover una silla de lugar.
El designado no tendría que pensar mucho, ni preocuparse por reformas económicas o actualizaciones verdaderas, eso ya había sido engavetado. Solo tendría que continuar y mantener invariable el rumbo del barco encallado y, de paso, intentar el discurso triunfalista.
Fue el propio Miguel Díaz-Canel, en una entrevista nada dialéctica concedida al canal Telesur[1] poco después de ser no-elegido por la Asamblea Nacional como presidente de los Consejos de Estado y de Ministros (era el único candidato), quien lo reveló de forma enredada pero explícita: “Raúl, cuando él conversó conmigo, primero cuando me propuso para ser Primer Vicepresidente, yo, por supuesto, nunca había ni aspirado ni pensaba que era la persona que debía ocupar ese cargo, me lo explicó de una manera tan paternal y, a la vez, tan exigente, dando confianza y, además, con la convicción de que es que había que preparar continuidad.”
La falta de realismo político en el pensamiento del continuador tampoco fue importante para su designación, como se aprecia en la misma entrevista con Telesur, mientras intenta no responder si el término “comunismo” desaparecería de la nueva Constitución: “…no soy un especialista en eso, pero en lo que uno ha estudiado y en lo que uno trata de argumentar, si uno va al marxismo clásico, el modo de producción al que aspiramos es al del comunismo, por lo tanto, comunismo y socialismo están íntimamente relacionados. Si tú quieres construir el socialismo es porque quieres llegar al comunismo, y si hablas de construcción comunista estás entendiendo que tienes que transitar por el socialismo […] Para aspirar al comunismo tendríamos que aspirar a una construcción que no depende de un solo país, que depende de una construcción internacional, de una construcción mundial.”
Mientras espera la construcción mundial del comunismo (¿o tal vez aspirar significa no creer que sea posible?), el motín en el barco encallado comenzó. Las protestas legítimas no pararán porque las demandas de comida, medicina, electricidad, un techo y libertad, tan humanas y naturales, no pueden ser satisfechas por la continuidad y sus expresiones melosas. Tampoco serán aplacadas con palizas y castigos en nombre de la continuidad.
La continuidad como orden recibida de Raúl Castro, se ha convertido en la maldición de Miguel Díaz-Canel. Si renuncia a ella para sacar al país de la crisis, traicionaría la confianza de “Fidel, Raúl y el Partido”; solo pensarlo puede ser fatal para él. Si la mantiene, además de incrementar el desprecio e irrespeto hacia su persona y todo lo que representa, hunde más el país en la crisis, reproducirá la desgracia y pobreza hasta niveles jamás vistos en sus cinco siglos de historia. Sin olvidar que la carencia generalizada y la sostenida incapacidad gubernamental para suplir las urgencias y necesidades básicas, puede generar una corrupción descontrolada donde prevalecerá el crimen.
Continuar o no continuar, esa es la cuestión que deberá responder el continuador. La decisión es tan simple como elegir entre el interés nacional y el interés del grupo que representa, entre el bienestar que merecen todos los cubanos o la prevalencia de una casta sin más ideología que la del poder en sí mismo.
El dilema que tiene ante sí el continuador designado es grave. Pero si aceptó la tarea deberá responder por ella, u otros lo harán en su lugar. Porque la historia no solo se escribirá mañana, se está escribiendo hoy mismo en cada muerte innecesaria, cada carencia injustificada, cada minuto que se pierde en la maldita continuidad: la más absurda, antihumana e irracional manera de gobernar el país.
Siempre será más digno el esfuerzo por espantar la maldición recibida, que someterse a ella con resignación y fatalismo. Y en eso, al sacudir el barco encallado, el pueblo nacido después de 1959 y al cual el continuador llama “vándalo” y “vulgar”, ha tomado ventaja.
[1] http://www.cubadebate.cu/especiales/2018/09/19/transcripcion-de-la-entrevista-concedida-por-el-presidente-cubano-miguel-diaz-canel-a-telesur/
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