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  • Foto del escritorOrlando Márquez

EL URÓBOROS REVOLUCIONARIO

En enero de 1959 Cuba amaneció con esperanzas. Un ejército guerrillero rural apoyado por otro ejército clandestino urbano puso fin a la dictadura de los “marcistas”, nombre poco conocido pero real y derivado de marzo y del movimiento que generó y apoyó el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952. Lograron convencer y sumar a una mayoría con la promesa de que el futuro sería siempre mejor para todos. Después, solo después de asegurado el poder, se impuso el modelo marxista-leninista, pero igual muchos creyeron podría ser bueno.

En enero de 2021 Cuba amaneció sin esperanzas. Los que quedan de aquellos jóvenes rebeldes, envejecidos pero aferrados aún al poder sin el cual no pueden vivir, han logrado repartir cuotas en nuevos cómplices que los ayuden a enterrar sus propias promesas, liquidar o disminuir sus propios programas sociales, destrozar las ilusiones y la confianza popular. Quizás no se lo propusieron, pero igual lo han logrado.



Sin democracia ni renovaciones realistas, sin admitir aportes y mirándose siempre a sí mismos, quienes controlan el poder en Cuba han parido el uróboros revolucionario, aquella imagen de la serpiente que se devora a sí misma. Han cerrado el ciclo de la Revolución cubana haciéndola regresar a sus orígenes y recrear la situación de injusticia que prometieron combatir. Ya está a la vista el monstruo que se muerde la cola: los revolucionarios de ayer se han convertido hoy en los reaccionarios de antier. Ojalá no hubiera sido así.

Sorprende leer hoy un artículo escrito por Fidel Castro que debió ser publicado el 17 de julio de 1955 en el diario La Calle, pero que no circuló porque la policía ocupó los talleres y confiscó los impresos, según aseguró el diario Granma hace más de tres años cuando lo reprodujo.

Si quienes nacimos después de 1959 damos crédito a la denuncia de Fidel Castro sobre la sociedad cubana bajo la dictadura de Fulgencio Batista y los “marcistas”, no podemos menos que identificar muchas de estas acusaciones en la sociedad que conocimos, bajo la “dictadura del proletariado” marxista encabezada por Fidel Castro: actos de repudio, escuchas telefónicas, difamaciones en la prensa contra todo opositor político, mala administración económica y pronóstico de debacle.

Este es un resumen de aquel artículo, una lectura del pasado vivida en el presente:

Aquí ya no se puede vivir

Por Fidel Castro

Cuando regresaban del entierro de Agostini las bravas mujeres que acompañaron su cadáver cantando el himno, grupos de esbirros apostados en las callejuelas del mismo cementerio, sin respeto a las tumbas, ni al lugar, ni a las víctimas se dedicaron a dirigirles a media voz los más groseros improperios. ¡A qué grado de rebajamiento moral, de desenfreno y de odio mezquino se ha llegado! Si las cosas siguen en Cuba como van, no nos quedará más remedio que disponernos a morir, o ir buscando un lugar del mundo a donde emigren todos los cubanos, porque aquí no se puede ya vivir

[…] Hay canalladas a las que uno no se acostumbra jamás, por mucho que las haya sufrido iguales o parecidas. Yo las he venido sufriendo desde el 10 de marzo. Pocas sin embargo me han entristecido tanto como la que sufrió mi propio hogar el día mismo en que los esbirros insultaban en el cementerio a las mujeres. Otro malvado apostado en algún departamento oficial, consagró todo el día en llamar a nuestra hermana cada 10 minutos para decirle que lo mismo que le habían hecho ellos (se incluía él) a Agostini nos lo harían pronto a Raúl y a mí.

Los cuerpos represivos tienen intervenido el teléfono de mi casa las veinticuatro horas del día, graban en una cinta todas mis conversaciones, por muy personales que sean; anotan todos los teléfonos que hacen comunicación con el mío, ¿cómo se concibe pues, que salvo que sea un agente oficial, alguien pueda estar llamando impunemente y amenazando a una familia durante todo el día, sin que nadie lo moleste? Guerra de nervios; guerra de nervios pero contra la familia, contra las hermanas, contra las madres.

[…] Pero, ¿por qué estoy escribiendo hoy este artículo donde no puedo disimular la amargura de ver la Patria, la tierra en que nacimos todos, en un modo de existir tan miserable donde, salvo unos cuantos pillos, indiferentes o malvados, ya no se puede vivir?

[…] Criminal es guardar silencio frente a un crimen como el de Agostini, cobardía en que han incurrido muchos en estos días; criminal es hacerse eco en la prensa, supuestamente imparcial, de denuncias que son falsas a todas luces y cuyo único objetivo es preparar el asesinato de los adversarios políticos.

[…] El señor Carratalá tiene derecho a publicar en todas las primeras páginas de los periódicos un informe acusando de terrorismo a media Habana y nadie tiene derecho a disgustarse. Pero si a mí se me ocurre decir por este modesto periódico que el señor Conrado Carratalá es un mentiroso, y que este informe es indigno de un oficial que se respete a sí mismo, me quieren hacer picadillo y los voceros mercenarios dan el grito en el cielo, diciendo que yo le estoy faltando el respeto a un pundonoroso militar; y a gritos piden mi cabeza como piden la destrucción del periódico La Calle.

[…] ¡Cómo no ha de estar la economía por el suelo si todos los días aparece en los cintillos de los periódicos un complot tremebundo según denuncia la policía! Los que más perjudican a la dictadura son sus propios partidarios.

[…] De todos modos, les advierto que este negocito de la dictadura, a este paso, se arruinará más pronto de lo que se imaginan, porque lo están manejando muy mal; porque ya en Cuba no se puede vivir y va llegando la hora de emigrar o morir.


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