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  • Foto del escritorOrlando Márquez

LA DULCE ESPERANZA

No ponen bombas ni arrojan petardos, no disparan balas ni ladrillos contra las autoridades. Lanzan sus ideas, sus sueños, sus esperanzas y sus mejores deseos para el país donde nacieron, donde han estudiado, trabajan y anhelan vivir.

Muchos ni siquiera hablan de política, de cambio político o crear un movimiento político. Solo saben que están vivos y merecen vivir su propia vida. Buscan su espacio y lo han pedido, pero los que gobiernan -y deberían saber y hacer política- los ignoran y desprecian. Ahora esos jóvenes cubanos exigen el espacio y querrán saber de política.

No es la primera vez. Allá por los años ochenta del pasado siglo, jóvenes artistas e intelectuales dejaron escuchar su demanda: “Reviva la Revolu”. Ignorados y despreciados, marginados e intimidados por el poder muchos emigraron, otros se adaptaron o refugiaron en su arte, sus sueños. La revolu no revivió, siguió muriendo en los vivos que morían de su gloria endiosada y sus leyes de susto y castigo, y sus propuestas de futuro caminando al pasado.

No han faltado Elpidios en Cuba, la “dulce esperanza de la patria”, como les llamó el padre Félix Varela. Tal vez algunos de estos jóvenes no conozcan al singular sacerdote ni sus Cartas a Elpidio, en la escuela no se habla de eso. Otros sí, por interés propio o porque son católicos que asumen su compromiso con la Iglesia y la sociedad. Igual todos son jóvenes que creen en un país mejor y en la virtud natural, aunque quienes gobiernan les nieguen la patria, y los impíos intenten ahogarles la virtud.

En la foto: Joeluis Cerutti, Leo Fernández, Dahey Silva, Yanet Portal, Carolina Sansón, Lay Mi y Manuel Alejandro Rodríguez: jóvenes cubanos que sueñan con un país para todos. / Cortesía de Leo Fernández.


Sedujeron a sus abuelos y redujeron a sus padres, pero ellos se niegan y lo dicen. Como los de ayer y los de siempre, los jóvenes cubanos de hoy no reclaman espacios fuera sino dentro, ni piden ser escuchados por quienes gobiernan otros países, sino el propio. ¿Acaso reclamar al poder no es reconocimiento de sus funciones? Esos jóvenes aprenden así que el autoritarismo no escucha, más bien ignora, maltrata y silencia lo que no acepta. Sí, aparentemente es torpe y los lanza a la oposición, pero tampoco puede vivir sin enemigos.

Algunos de esos jóvenes estuvieron frente al papa Francisco en La Habana en el año 2015, en aquel encuentro frente al viejo caserón del antiguo Seminario San Carlos y San Ambrosio, cuna de la nacionalidad cubana. Francisco les invitó aquel día a no dejar de soñar y a construir amistad social por el bien del país. Ellos lo están intentando y el poder lo quiere impedir.

Quizás alguien pase el mensaje al papa Francisco: soñar y construir amistad social es bien difícil hoy en Cuba. También pienso le gustaría saber que, aun así, estos jóvenes insisten.

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